En la mente vulnerable de muchos colombianos la paz es hoy un asunto contaminado de comunismo, de terrorismo y hasta de “catrochavismo”. El tema se tornó sospechoso, como en Norteamérica hubiera podido acontecer en las mejores épocas del macartismo.
Recalcitrantes voces propagandísticas, al mejor estilo de Goebbels, han ido erosionando y distorsionando la idea de la paz y los instrumentos para desarrollarla.
Y sobre la JEP el trabajo para abortarla no fue menos amañado: es, según sus detractores, “plan mundial del comunismo y de venganzas para perseguir gentes de bien, traicionar víctimas, discriminar fuerzas armadas, burladero para impunidad de antiguos guerrilleros de las FARC, cónclave de Magistrados con peligrosos sesgos izquierdistas”, y otros despropósitos semejantes.
Sin embargo y por fortuna, en muchos sectores nacionales de serena opinión o en el extranjero, tan dispuesto desde algunos países a ayudar a financiar la paz, se hacen esclarecidos esfuerzos para conjurar semejante inverosímil paradoja en un país que está saliendo apenas del conflicto armado de décadas.
La JEP comienza con paso bien firme en sus escasos dos meses de funcionamiento. A todo vapor ya acordó su reglamento interno; le entregó al Presidente de la República un proyecto de ley ordinaria con 228 artículos de su procedimiento y se espera que sin dilaciones lo presente el Gobierno a la presente legislatura para aprobación. Se espera, así mismo, contar pronto con la Ley Estatutaria, que tan injustificadas demoras hasta el último minuto tuvo en el Congreso el año pasado, y que está aún en revisión por la Corte Constitucional.
El Secretario Ejecutivo recopiló y entregó en los últimos días a la Presidenta de la JEP un sustancioso informe con las actas de los compromisos de miles de personas que, hasta ahora, han decidido acudir a este tipo de justicia: antiguos guerrilleros de las FARC; miembros de la Fuerza Pública y personas distintas que han pedido someterse a esa jurisdicción transicional. Espera, además, recibir prontamente los informes de la Fiscalía, la Procuraduría, la Justicia Penal Militar y las organizaciones de víctimas, fundamentales para que comience a organizar ese inmenso acervo como base para comparar su contenido con las versiones que ante ella se rindan.
Una de sus preocupaciones es la de adelantar una amplia labor de divulgación pedagógica sobre su naturaleza, composición y funcionamiento, tarea que ya está desplegando.
Precisamente la Universidad Libre, para apoyar ese loable empeño académico, a través de su Observatorio de Paz, efectuará un acto de alcance pedagógico el lunes 9 de abril a las 10 am, con la participación de Magistrados de la JEP y la presencia de directivos universitarios, profesores, estudiantes, egresados y numerosos amigos de esa casa de estudios.
Irá quedando aún más claro que la JEP se diseñó para la atención primordial de las víctimas y para asegurar la verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición. Por ello ese evento se celebrará el 9 de abril, día consagrado precisamente a las víctimas del conflicto armado, fecha que coincide con la desaparición violenta de una de los más ilustres Rectores de la Universidad Libre, el Doctor Jorge Eliécer Gaitán, inmolado también en la bárbara vorágine de nuestra secular violencia política.
Pese a las artimañas para dilatarla, la reciente aparición de esta justicia es notable hecho histórico, que no opaca ni siquiera el enrarecido ambiente electoral que se vive ahora. Se espera que la etapa postelectoral facilite progresivamente su trabajo. Con todo, el modelo colombiano es paradigma mundial de justicia transicional e insustituible instrumento para la reconciliación nacional. No sería exagerado pensar que la consolidación de la paz dependerá en buena medida del éxito de sus resultados en las dos décadas previstas como máximo para su operación.
Se espera que los primeros juicios y sentencias se produzcan dentro de algunos meses pero el trabajo previo es verdaderamente monumental y no será tan fácil llegar muy prontamente a esa etapa.
La JEP será sin duda, por todo lo anteriormente comentado, el corazón mismo y palpitante de la paz estable y duradera de Colombia